Exclava de mis manías.

Comerme primero la clara del huevo y luego la yema.

Ponerme el cinturón de seguridad aunque vaya a recorrer sólo un par de metros con el coche.

Necesito lavarme las manos constantemente.

Me cuesta delegar tareas en otras personas, “yo siempre las hago mejor” -me digo a mi misma.

Cuando escucho música con auriculares, tengo que colocarme el que pone L (left) en la oreja izquierda y el que pone R (right), en la derecha, lo curioso es que no hay diferencias entre ambos.

Me gusta comer plátano acompañado de pan.

Tengo que dormir con la puerta de mi habitación totalmente abierta, hasta que llegue al tope, no puede estar desplazada ni un sólo centímetro.

Me encanta caminar descalza, lo haría incluso por la calle si tuviera por seguro que no iba a suponer merma de mi integridad física.

Tengo 20 años pero sigo sin poder dormir la noche de Reyes Magos, la boca se me seca, mi corazón se acelera y no veo la hora de despertarme.

Me gusta sentarme con las piernas cruzadas sobre la silla hasta que se me duermen y dejo de sentirlas, luego las descruzo hasta que se me despiertan..., y sí, después vuelvo a cruzarlas de nuevo.

No me gustan los paraguas, adoro mojarme cuando llueve, llegar a mi destino empapada como si acabase de caerme en un charco.

Me encanta mirar lo que hay dentro de las papeleras por la calle..., en cada cosa que veo intento imaginarme sus últimos minutos de vida y a la persona que la echó allí.